Irse, la vuelta al mundo a vela en solitario.
Publicado: Enero 2025
Por: Entre Desafíos
“Irse”, una palabra a priori sencilla, que con tan solo cuatro letras puede esconder un viaje único. Cuatro letras que inspiran pura libertad. «Irse» es el resultado del apasionante viaje de David Ruiz alrededor del mundo con su velero «Thor». Sus 310 páginas relatan de forma casi adictiva la historia de un viaje épico de 4 años alrededor del mundo. En 2016 David coge su petate, el sextante y se embarca en solitario en un periplo que le llevará a circunnavegar la tierra por los océanos más inmensos del planeta.
A sus 56 años y tras 25 años trabajando en su agencia RuizCompany, el navegante y explorador decide darse un respiro laboral, aparcar su exitosa carrera como creativo (diseñador gráfico) en Barcelona y embarcarse en una de las mayores aventuras de su vida. No sin antes haber dejado todo bien cerrado y listo para este periodo temporal de hibernación. David ha trabajado para numerosas multinacionales y agencias que todos conocemos y ganado numerosos premios por su trabajo. Sin embargo, un pensamiento constante rondaba su cabeza, ¿La vida es “solo esto”? ¿trabajar y trabajar?
Acompañamos a David en su viaje «sin billetes» alrededor del mundo y nos aprovechamos de su tiempo para hacerle una entrevista intensa, que le hará recordar momentos únicos y que nos transportará de alguna manera a algunos de los lugares mas remotos de su viaje.
- David, la primera pregunta que te hago es la misma que te hacías antes de iniciar este viaje, ¿Qué es la vida? ¿Era “solo eso”?
Al romper las rutinas, cambiar de escenario y salir de la comodidad del sofá, empiezas a agitar tu existencia. El cerebro se estimula por qué estas atento a lo nuevo, eres consciente de dónde estás y de lo que estás haciendo al cien por cien, y ahí es cuando estás viviendo intensamente… Te conviertes otra vez en un niño que se maravilla con cualquier cosa porque es la primera vez que la ve. Descubres todo. Eso es la vida. En la rutina diaria, puedo ir de mi casa al trabajo sin darme cuenta de por donde he pasado, inmerso en mis pensamientos, con el piloto automático enchufado…así vamos casi siempre, la vida pasa sin darme cuenta por qué no estoy con la atención puesta plenamente en lo que veo o en lo que hago, en el momento presente, y vivo en un bucle de pensamientos sobre los acontecimientos del pasado y las incertidumbres del futuro.
Esta experiencia de cuatro años me ha enseñado a dejar de vivir actuando de forma compulsiva y empezar a hacerlo de forma consciencial. Básicamente porque en un viaje así sobre todo en solitario, estás siempre plenamente consciente del momento, de lo que ves, oyes, sientes… vives despierto, libre de la dictadura de los pensamientos que te desconectan de la realidad presente; y tras cuatro años he logrado que esta actuación desde la consciencia sea casi un hábito. Digamos que me la he traído a Barcelona y ahora forma parte de mi día a día. Desde esta nueva mirada, verificas que no se trata tanto de lo que haces en la vida o de lo que te pasa, sino de como interpretas lo que haces y lo que te pasa, y esa interpretación está en tu mano, la decides tú. He constatado que tenemos mucho más poder del que imaginamos para crear nuestra propia realidad. A modo de pincelada, lo que antes quizás hubiera considerado un problema, ahora soy capaz de darle la vuelta y percibirlo como un reto o incluso como una diversión. Pasas de “mañana tengo que enfrentarme a un problema” a “mañana será divertido” El “problema” es el mismo pero he cambiado mi mirada sobre él, ahora es algo positivo. En este estado de consciencia, aunque tu vida sea rutinaria tu vivencia ya no lo es en absoluto.
- Decidiste zarpar en solitario y dejar que los vientos empujaran a Thor por todo el planeta ¿Por qué los dos solos? Exceptuando algún polizonte temporal…
En realidad, no he viajado en solitario lo he hecho conmigo. Cuando te llevas bien contigo mismo la soledad no existe. Viajar acompañado nos convierte en espectadores. Actuamos como una especie de narradores del viaje, creando un espacio entre él y nosotros, como el que ve una película y la va comentando con sus amigos. Cuando vas solo ese espacio desaparece. Tú eres el viaje. Esto se traduce en pura intensidad. Ir solo, además, obliga a callar y a escuchar. Cuando callas aprendes a observar y a observarte, a conocerte. Aprendes a prestar atención consciente de todo lo que ocurre a tu alrededor y a percibirlo con una nitidez muy difícil de lograr en otras circunstancias. Y te preguntarás qué escuchas en medio del océano. Pues el sonido del planeta. El sonido de la naturaleza. Un sonido que pocas veces escuchamos y eso nos hace perder la idea de que estamos en un planeta vivo. El mar, las olas, el viento, las aves… los truenos en una tormenta. Te das cuenta que la naturaleza es pura energía, la esencia de todo, pura vida. Al estar solo conectas mucho más fácilmente con todo ello, porque eres tú con todo ello, sin interrupciones. Por otra parte, la naturaleza te pone en tu lugar. Creo que esta desconexión de nuestra esencia, y el hecho de vivir en escenarios artificiales rodeados de los ruidos generados por nosotros mismos, es probablemente una de las causas de que andemos todos tan desequilibrados. La conexión con la naturaleza y la conexión contigo mismo es enormemente placentera, te aporta serenidad y te acerca a la plenitud, y dicen que la plenitud es la puerta a la felicidad.
- Es una suerte que te acompañe el dios del trueno, pero ¿por qué Thor?
A los 15 años leí “La expedición de la Kon Tiki», de Thor Heyerdahl. Un noruego qué a finales de los años 40, construyó una balsa de troncos en la selva peruana y se lanzó a cruzar el Pacífico dejándose llevar por el viento y las corrientes, para demostrar que los primeros pobladores de la Polinesia podían proceder de Perú. Este libro, que además está muy bien escrito, me robó el alma, y de hecho, todavía no me la ha devuelto. Thor es mi pequeño homenaje a esa gran hazaña.
- Has titulado tu libro “IRSE”, alguien podría pensar que lo escribe una persona quizás harta de su vida y que busca una escapada, un cambio o incluso huir. Pero no es el caso. ¿Por qué ese título?
“Irse” es un concepto ligado al acto de soltar amarras, toda una declaración de intenciones que responden a una determinada manera de entender la vida.
Me fui cuando mi empresa estaba en su mejor momento, podríamos decir que había conseguido todo aquello que denominamos éxito, es decir, prestigio, premios internacionales, buena situación económica…. Yo estaba perfectamente bien, pero algo más profundo me estaba lanzando un mensaje. Me di cuenta que el verdadero éxito no es otro que el lograr estar bien contigo mismo. Para ello debes aprender a escucharte y a sentir lo que te está pidiendo el cuerpo, que es distinto en cada etapa de tu vida. Pensé que llegar a determinada edad y darte cuenta que no has vivido plenamente, o has dejado de cumplir algún sueño o anhelo debido a que no te has atrevido, debido al miedo, tiene que ser dramático. Mi cuerpo entonces pedía parar. Apearme de la rueda del hámster. Explorar otros escenarios durante una etapa larga de mi vida. Romper todas las rutinas. Pedía una gran aventura, desafiarme, ponerme a prueba, enfrentarme a los miedos, aprender a convivir con la incertidumbre. Pedía vaciar la mochila, ser consciente de que el sol sale y se pone cada día… pedía vivir descalzo, perderme en la naturaleza. Pedía sentirme libre, ser libre. Pedía atreverme, atreverme a vivir.
- La ruta que has seguido para completar esta campaña es espectacular y, del mismo modo que hacían nuestros antepasados marinos para descubrir el “nuevo mundo”, te has dirigido siempre hacia el oeste desde tu salida de Barcelona. Es de hecho la ruta que Magallanes quiso seguir (excepto por el paso del canal de panamá que no existía) para demostrar que la tierra era esférica. De algún modo cada día el sol empezaba persiguiéndote a ti, pero siempre terminabas tras él. ¿Cómo se planifica una ruta de estas dimensiones? ¿Hay margen para decidir donde quieres ir o se depende mucho de las corrientes y vientos?
La meteorología marca la pauta principal. Debes tener en cuenta los vientos, las corrientes, las zonas afectadas por las estaciones de huracanes, etc. En función de ello trazas tu ruta, que por lógica suele ser de Este a Oeste siguiendo los vientos alisios, es decir a favor del viento y las mareas. Y ya cuando trazas un itinerario concreto entre dos puntos, es recomendable tener siempre un plan B por si las condiciones se ponen demasiado complicadas y no tener que improvisar sobre la marcha. A partir de ahí el mejor plan es el no plan, vivir al día y decidir sobre la marcha en base a lo que te pide el cuerpo y la meteorología, cuanto tiempo te quedas en cada sitio y cuando zarpas. En este sentido no estar sujeto a fechas preestablecidas en un calendario te garantiza la seguridad y te ahorras presiones innecesarias que acaban en stress.
- Oye y ¿Cómo son los océanos allí donde no podemos verlos la mayoría de los mortales? ¿Son todos del mismo color? ¿y huelen igual?
Debo decir que mirar al mar, a los océanos, siempre me ha atraído. Cuando me sitúo en el espigón de un puerto de cualquier lugar mirando al océano, lo que tengo a mi espalda es la vida cotidiana tal y como nos la hemos organizado, los horarios, las agendas, los compromisos, las relaciones, el trabajo, las obligaciones, las obsesiones, la inmediatez, los problemas… Lo que tengo por delante es la libertad: puede suceder cualquier cosa, nada que puedas prever, nada que puedas controlar ni planificar, no hay agendas, horarios ni calendarios, tus problemas ahí son absurdos, no tienen ningún sentido, probablemente porque en realidad carecen de él. Eres tú en plena naturaleza viviendo en la incertidumbre, esa saludable y necesaria incertidumbre que te hace libre. Para mí una tentación adentrarme en ellos. Esa es la gran aventura.
Para empezar, aprendes. Los océanos vividos en alta mar, te hacen sentir tu insignificancia. En parte te colocan en tu justa medida, en este sentido son una cura de humildad respecto a nuestra relación con la naturaleza. En el océano, eres consciente de que no estas en tu medio, es territorio hostil y tu allí eres el intruso. Sabes qué si logras atravesarlos es porque han sido benevolentes contigo. La naturaleza manda. No tú. Los océanos, son belleza pura, nobleza y energía. Escenarios en movimiento. Transformación constante en función del viento que sople. Un día son llanuras infinitas inofensivas que reflejan los rayos del sol, al otro, montañas intimidantes que rugen y escupen toneladas de espuma desde sus cumbres con una violencia descomunal, no hay monotonía posible, siempre cambiantes. Añádele ahora los actores, es decir los seres vivos que lo pueblan, y tendrás el espectáculo en todo su esplendor. Atravesar estos gigantescos escenarios, navegando a vela, empujado por el mismo viento que los esculpe, durante días y días, ha significado para mi sentir profundamente lo que significa la palabra libertad.
- Me fascinan las historias de aquellos navegantes portugueses, españoles… del S. XV en la que los exploradores viajaban con medios muy limitados, con hambre, enfermedades y mucha incertidumbre hacia lo desconocido. Con miedos (que a nuestros ojos de hoy pueden resultar absurdos) pero que eran absolutamente razonables en la aquella época, como la posible caída tras el horizonte, con la duda de cómo sería navegar del revés en el hemisferio sur o los monstruos marinos a los que habría que enfrentarse en los nuevos mares. Tras tu viaje ¿Pone uno todavía más en valor estos viajes tan precarios?
Por supuesto. Aquellos hombres eran los verdaderos aventureros. Hoy tenemos mapas detallados de cualquier rincón del planeta y partes meteorológicos cada vez más fiables. Nuestro viaje hoy, si lo comparamos con los de entonces, son un paseo relativamente fácil.
- Imagino que es indescriptible, pero ¿Qué se siente ese primer día, cuando zarpas de Barcelona con todo preparado? ¿Es algo diferente a otros viajes quizás de menor envergadura?
Es totalmente diferente. Yo sentí una mezcla de emoción, plenitud y adrenalina. Yo quería que fueran tres o cuatro años precisamente para evitar la dictadura de un calendario que te recuerda los días que te quedan de viaje. No lo he planteado nunca como un viaje con fecha de salida y de vuelta, sino como una etapa de mi vida. Hace cuatro años que terminé la vuelta al mundo, o sea, ocho que zarpé, y sin embargo esa etapa siento qué como tal, no ha terminado.
- En tono de humor, has ido navegando millas y enfrentándose a las adversidades de diferentes maneras, he leído que alguna vez la solución era simplemente poner la música a tope y cantar ¿te ha salvado la vida la música? ¿Cómo estructuras tu mente para viajar en solitario con todo lo que puede ocurrir abordo?
La palabra es aceptación. Hice una lista antes de zarpar que bauticé como “mi lista de peligros” detallando todo aquello que podía sucederme. Todo. Obviamente incluso perder la vida en una situación dramática. Me parecía un acto de responsabilidad, tener claro donde me metía, para evitar arrepentimientos infantiles o sensaciones de fracaso posteriores. Tras varios días analizando bien la lista y visualizarme en todas esas situaciones, me hice la siguiente pregunta: ¿Aun sabiendo todo lo que te puede ocurrir, estás dispuesto a zarpar?
Cuando la respuesta es “si”, ya eres libre y solo queda el disfrute. Aceptar no es ni resignarse ni conformarse, eso te llevaría al sufrimiento y al miedo, aceptar es estar de acuerdo. Estar de acuerdo con las reglas del juego. Y una vez que decidí convencido que quería jugar, me dije: “y ya que estamos… ganemos el juego”
Dos cosas me han ayudado enormemente en situaciones complicadas o en estados de baja moral, la música y el sentido del humor. Poner música para empoderarme, como quien pone música a una escena en una película, por ejemplo, un rock & roll para cruzar un canal de tráfico por la noche sorteando cientos de petroleros y mercantes gigantescos navegando a toda máquina, sin apenas margen de maniobra, como una hormiga rodeada de gigantes de acero, …en Singapur. Una vez leí que bailar y estar depresivo al mismo tiempo es imposible, y lo he verificado. En algunas ocasiones donde mi estado de ánimo descendía hacia los infiernos, me obligaba a bailar con la música a tope y a los pocos minutos me venía arriba y me sentía capaz de todo. Al que no lo haya probado se lo recomiendo. En cuanto al sentido del humor, básicamente es no tomarme del todo en serio, es decir, reírme de mi mismo. Ante la adversidad sonrisa cómplice. Relativizar, quitar hierro, desdramatizar aquellas situaciones que nos minan la moral. Darle la vuelta. Verme desde fuera como un personaje que se ha metido en un lío de cojones y tiene que espabilar para salir ileso… en esas situaciones me reto constantemente o me digo a mí mismo: “David mira que te avisé, ahora espabila, a ver como narices sales de ésta…ahí te quiero ver…” y cosas por el estilo. Entonces no puedo evitar un atisbo de sonrisa y acabo apechugando con lo que sea.
Pero no solo has estado en el mar, has hecho una travesía con suficiente tiempo para integrarte de alguna manera en la vida de los sitios en los que has echado el ancla. Para mi esto es lo que lo hace único. Creo que eso no es solo una muestra más de libertad de tu viaje sino de riqueza. La riqueza que supone tener tiempo para disfrutar las cosas con calma y en paz. Ese valor del tiempo libre que hoy escasea tanto.
- ¿Cómo elegías estas paradas? ¿Cómo te integrabas en estos lugares? ¿Y cómo decidías cuanto tiempo quedarte? (si lo decidías)
Como he comentado antes, trazas las líneas generales de la ruta en función de la meteo. Yo lo hice siguiendo la línea del ecuador hacia el Oeste. Luego sobre el mapamundi estudias las islas más apetecibles, los lugares más exóticos, aquellos que es más difícil llegar en un vuelo regular. Estudias las cartas náuticas, arrecifes, corrientes vientos, peligros… y mucha información de otros navegantes que han pasado por esos lugares, fondeos resguardados, puertos oficiales de entrada cuando accedes por primera vez a un país para hacer aduanas, etc…y siempre alternativas de cambio de ruta en caso de que las condiciones de mar y viento se pongan demasiado violentas y no te dejen avanzar hacia tu destino o sea demasiado peligroso hacerlo.Cuando vas en solitario socializas mucho más que cuando vas acompañado. Primero porque te tienes ganas de hablar con quién sea. A muchos de los lugares que llegas, donde no lo hace el turismo masificado, la gente del lugar se interesa por tu periplo y enseguida vienen a saludarte o a invitarte a comer a su casa. Cuando fondeas en una playa donde hay otros veleros, cenar en otro barco el mismo día de tu llegada para compartir información y ron con otros navegantes es lo habitual. Es curioso que mi viaje ha sido en solitario y sin embargo mi vida social nunca había sido tan activa. Creo que nunca he estado menos de un mes en un lugar y he llegado a estar como máximo cinco meses seguidos en el mismo. En Nueva Zelanda concretamente.
- ¡Cuéntanos una pequeña anécdota porfa!
Tenía un seguidor en Instagram que de vez en cuando me escribía interesándose por algunos aspectos de mi viaje y me pedía detalles de los lugares por los que pasaba. Me comentó que se estaba planteando hacer un viaje similar. Culminando casi la vuelta al mundo, yo estaba fondeado en el archipiélago de las Eolias, frente a Sicilia, ya en el Mediterráneo, tras cruzar el canal de Suez. Entonces me envió un whatsapp “David he visto en el AIS, que Thor esta fondeado en Panarea. Estoy en mi velero navegando rumbo a Corfú y veo qué si me desvío un poco, hacia las dos de la madrugada, podría fondear a tu lado y así nos conocemos”
A la hora convenida, allí estaba yo, en la cubierta de Thor oteando la oscuridad con los prismáticos, en busca de alguna lucecita que delatara la posición de aquel velero que venía a mi encuentro. De pronto sucedió algo inédito. Por la banda de estribor, entrando desde el extremo oeste de la isla, se iluminó el horizonte. En un primer momento de desconcierto, no entendí muy bien que era aquello, empecé a pensar que se trataba de algo, que en ese momento describí como “la mismísima Catedral de Burgos navegando a 12 nudos en rumbo directo hacia mi posición”. No sé si habéis visto alguna vez como van iluminados los mástiles de los mega yates por la noche, pero os aseguro que no exagero.
A medida que se acercaba, la teoría de la Catedral burgalesa fue perdiendo fuerza y resolví convencido que aquello no podía ser otra cosa que el Taj Mahal con todas sus luces encendidas, derrochando esplendor y acercándose a toda máquina, hacia mi humilde barquito.
Finalmente resultó ser el “Tenaz”, el formidable velero de 40 metros de mi apreciado súper follower que cuando le estreché la mano minutos más tarde a bordo de su infinita nave, se presentó cordialmente con un “hola David, soy Emilio Cuatrecasas, encantado de conocerte”
Efectivamente querido lector, el conocido abogado y empresario catalán resultó ser aquel instagramer que bajo seudónimo se comunicaba conmigo.
Tras aquel encuentro que celebramos con unos gin tonic charlando casi hasta el amanecer, meses más tarde, ya en Barcelona, en un nuevo WhatsApp me decía: “David, me consta que estás escribiendo un libro. Soy socio de Clara Pastor de Elba Editorial. Habla con ella, me ha comentado que le podría interesar publicarlo”
Y así, gracias a aquel encuentro en el mar y de la mano de esta gran editora, fue como vio la luz “irse.”
- Hay algo que me da curiosidad, ¿Cómo es mirar al cielo nocturno estrellado con la oscuridad total en mitad de un océano? Me ha encantado la expresión “fondeando en el espacio sideral”.
En una noche sin luna, si el cielo está limpio de nubes, lo que sucede es que el firmamento explota con todo su esplendor. La línea del horizonte desaparece perdiéndose todas las referencias; no sabes dónde acaba el océano y empieza el cielo. Si el mar está completamente en calma, en alguna ocasión los astros se reflejan sobre el agua, y de ahí la sensación de estar fondeado en el espacio sideral. También ocurre con la bioluminiscencia del plancton u otros organismos, que emiten luz y a veces forran por completo la superficie. Esto me sucedió en el Índico norte durante varias noches seguidas. Thor navegaba sobre un colchón de luz…la luz que emitían millones de medusas que flotaban por la superficie. La espuma de las olas era fosforescente. Mágico. Impresionante.
A esto hay que añadirle dos fenómenos esenciales, el primero es que te desplazas empujado por el viento, eso significa que el único sonido que escuchas es el del casco del barco surcando el agua, las olas, la espuma de las olas cuando rompen… Y el segundo es que tu velocidad se sincroniza con la fuerza del viento que hay en ese momento, eso marca la cadencia. Aquí no hay motor ruidoso ni barco que avance propulsándose artificialmente a ritmos contra natura. Aquí todo fluye en perfecta armonía. En estas circunstancias, miras a tu alrededor y eres consciente de que formas parte de todo aquello, eres una pieza más conectada a esta misteriosa y fascinante maquinaria en movimiento que a día de hoy apenas entendemos.
- ¿Cómo es el día a día en un velero? ¿te da tiempo a estar contigo mismo y pensar o meditar? ¿Divertirte?
El día a día depende siempre de las condiciones meteorológicas. Los días de viento fuerte y mar agitado te conviertes en un intrépido navegante. Haces un trabajo físico muy intenso, moverse con soltura no es nada fácil, te mojas, trabajas mucho ajustando las velas, ajustas el piloto automático, duermes poco, comes como puedes, estás pendiente de las nubes que te dan pistas sobre lo que va a suceder, decides la estrategia más adecuada sobre la carta náutica, vas amarrado para no irte al agua. No paras y debes gestionar bien el cansancio para no cometer errores. Cuando las olas se ponen inmensas se mezclan muchas sensaciones. De euforia y disfrute por la velocidad que coge el barco al bajar surfeando por la ladera de una ola que oyes rugir, pero no ves cuando es noche oscura, y de tensión y aprensión cuando eres consciente de que no hay escapatoria posible porque estás a miles de kilómetros del resguardo, y de que sea lo que se venga te lo vas a comer con patatas… Tu seguridad depende de tu destreza. Grandes emociones, adrenalina pura.
Cuando los vientos son benevolentes y el mar es más amable, tu vida transcurre como la de un monje solitario inmerso en la naturaleza. Disfrutas del placer de la navegación tranquila, recuperas horas de sueño, cocinas, escuchas música, observas amaneceres y puestas de sol de una belleza extraordinaria. Observas a los peces voladores, las aves pescadoras, delfines saltando en el horizonte que vienen a saludarte… te das cuenta de que cada ola es diferente, de cómo se forma una nube, como se transforma y desaparece, a veces en forma de lluvia. Como van cambiando los colores del cielo a medida que el sol avanza y su repercusión sobre todo el escenario, pura vida en movimiento. Te sientes un privilegiado. Aprendes a vivir plenamente en el momento. Te olvidas del calendario y te das cuenta de que no se trata de llegar a ninguna parte, de que lo único importante es el disfrute del camino, sea como sea éste. De que el camino es precisamente la vida.
- Es una pregunta clásica, pero tengo que hacerla, podemos imaginar la tensión que supone navegar en solitario durante semanas en mitad del pacifico con todas sus noches, sus tormentas y estar pendiente de todo…¿Cómo es llegar a un atolón paradisiaco y pisar esa playa? ¿Sigue existiendo el paraíso? No nos digas donde está.
Llegar a un lugar paradisiaco de los que todavía quedan y no nombraré, tras días y días de viaje empujado por el viento, es de las cosas más emocionantes que he vivido. De entrada, por qué el solo hecho de llegar ya es un logro. Es tu viaje, no llegas a un aeropuerto aborregado en un avión lleno de desconocidos, sino que lo haces tu solo en tu velero, fondeando frente a una playa de arena blanca y selvas tropicales. Al haber estado durante semanas, para alcanzar tu objetivo, eres consciente de la medida de las distancias, consciente de que estas viajando, y de que te diriges a un lugar lejano, muchas veces remoto. Vas desconectando poco a poco del último lugar del que has zarpado y tienes tiempo para ir mentalizándote lentamente sobre el lugar al que te diriges. Ya cuando avistas tierra en la lejanía, las emociones se disparan y en la medida que te vas acercando, el paisaje va creciendo, se va haciendo enorme mientras a ti te ocurre lo contrario, te vas achicando. De pronto te invaden los aromas de las flores que son muy intensos, digamos que el paisaje entonces te entra por la nariz, llegas con los cinco sentidos. Tras estudiar bien la carta, y con las emociones a flor de piel, hallas el resguardo idóneo, arrias velas, ejecutas las maniobras de fondeo pertinentes que siempre requieren máxima atención y llega el gran momento: respiras hondo, liberas tensión, miras a tu alrededor y te rindes ante la belleza que contemplas. En ese instante, un sentimiento de plenitud te inunda por completo, lo has hecho, has llegado. Te aseguro que el lugar al que yo llego tras una travesía de 30 días navegando en solitario a vela, no es el mismo al que se llega, aunque se llame igual, en un vuelo de diez horas.
- Con relación a esta pregunta, ¿existen todavía lugares diferentes en el mundo o la globalización ya lo ha cubierto todo?
En algunos lugares como Guna Yala, Panamá, los indios indígenas que viven en chozas y se trasladan en canoas hechas de troncos, se acercaban remando hasta el Thor para que les cargara el teléfono móvil. Digamos que la telefonía móvil a llegado a todos los rincones. Más allá de este detalle, todavía hay muchos lugares con personalidad propia donde no han llegado las grandes empresas y las marcas globales para estandarizar el paisaje llenándolo de tiendas uniformadas aniquilando así, lo propio, lo singular.
Normalmente son países subdesarrollados donde al capitalismo insaciable, no le ha interesado entrar al menos por ahora, (me consta que algunos de estos lugares se están negando a ello), y esto les ha supuesto una bendición en este sentido, porque mantienen su identidad y su esencia, sus costumbres, lugares auténticos, únicos, la riqueza de la diversidad que nos brinda el planeta, lugares que cada vez son más aspiracionales para los habitantes de los países y las sociedades hiperconsumistas. En cierta medida, y valga la paradoja, veo estos lugares como los más avanzados del planeta, como el próximo modelo a seguir, porque están más conectados con la naturaleza, la gente trabaja a un ritmo más humano, mantienen sus rituales, su arte y su folklore, cuidan y valoran a sus mayores y no consumen impulsivamente porque salvo los bienes esenciales para vivir no tienen nada más que comprar, ni falta que les hace, luego contaminan menos. Ahora los veo como los verdaderos ricos, porque no son esclavos de la inmediatez, tienen tiempo, se abastecen de lo que les da la tierra, la agricultura y la pesca que explotan moderadamente, sin especular, a ritmo de sus necesidades diarias. No hay pobreza extrema, tampoco multimillonarios, eso se traduce en más equilibrio, en una convivencia más armónica.
- ¿Dónde has visto el amanecer o anochecer más espectacular? Nos ha gustado mucho la descripción del “abuso de gamas cromáticas un poco horteras que a veces utiliza la naturaleza”.
Algunos de los atardeceres más espectaculares los he visto subiendo por la costa Australiana entre la península y la Gran Barrera de Coral. Fue durante la travesía desde Cairns hasta el estrecho de Torres de unos cinco días. Ahí la naturaleza me brindaba cada tarde un espectáculo tan grandioso con la puesta de sol que a veces me sentía abrumado que desplegaran todo ese derroche de medios para un solo espectador.
Y ya que lo comentas en Colombia, concretamente en Santa Marta, algunas tardes la puesta de sol era un espectáculo kitch… nunca había visto nada igual; normalmente la naturaleza se caracteriza por su armonía y belleza en cualquiera de sus manifestaciones y yo hasta entonces estaba convencido que el “mal gusto” era cosa nuestra, un invento de los humanos. Sin embargo, allí aparecían gamas de colores excesivamente saturados, combinaciones arriesgadísimas de rosas y amarillos, transiciones de un tono a otro improvisadas, en fin una horterada en toda regla (hay que decir, que combinaba bien con el reguetón que sonaba siempre por la zona). Llegué a pensar que alguna entidad divina en un arrebato de irresponsabilidad estaba jugando con el maldito Photoshop…
- Hemos leído que has pasado algún momento tenso, tanto con fenómenos naturales (tormentas eléctricas, huracanes…) como con piratas o guardias de fronteras. A viajeros como vosotros siempre me gusta hacer esta pregunta; a qué temías más ¿a la naturaleza o al ser humano?
La naturaleza es noble. El ser humano no siempre. Esa es la diferencia. La primera no te engaña y si te lanzas a una aventura como ésta sabes perfectamente donde te metes y que te puedes encontrar, las cartas están destapadas, es tu responsabilidad, tú eliges. De nosotros, los humanos, la prudencia pide no confiarse demasiado y debes estar siempre preparado a que se produzca cualquier situación irracional e inesperada.
“He pasado de que mi preocupación sea la presentación a un cliente a que un cocodrilo te muerda la pierna o me parta un rayo”
- ¿Cómo te ha cambiado este viaje? ¿Ha vuelto el mismo David que zarpó hace 4 años?
Soy el mismo de siempre, la diferencia es que ahora llevo una vuelta de ventaja.
Esto significa que las experiencias vividas durante estos cuatro años, me han proporcionado una mirada distinta de las cosas, de las situaciones, de la gente y de la vida en general. Lo observo todo desde un lugar más elevado, con otro temple. Es el gran regalo que me ha traído esta aventura.
- ¿Volveremos a ver a Thor surcar los océanos?
Hoy por hoy no tengo aún la respuesta. Ahora mismo mi cabeza está en otro reto, el que me propuse al terminar el viaje y que tiene que ver con mi nueva etapa de trabajo.
- Un libro que nos recomiendes:
Es difícil escoger solo uno, pero ya que estamos: “La expedición de la Kon Tiki”, de Thor Heyerdahl. Ni se os ocurra ver la película que se hizo en 2012 al respecto… nada que ver…
- Una frase para despedirte y animarnos a salir los que todavía no nos atrevemos:
El miedo nos castra los sueños porque cuando aparece tendemos a recluirnos, pero en realidad es la sensata advertencia para que nos preparemos, para dar el paso.
Desde este espacio suelo aprovechar para recomendar los libros de los viajes tan excepcionales que hacen nuestros protagonistas. Es la mejor manera de sumergirse de lleno en su aventura y por lo general, son siempre una maravilla. Pero en este caso, si además del viaje quieres disfrutar de una lectura especial, relatada con humor satírico y enredarte en su oleaje creativo, este es tu libro. No te arrepentirás. Por algo va ya por su 4ª edición.
Libro completo «Irse, la vuelta al mundo a vela de David Ruiz» aquí:
Bibliografía:
- Instagram @thorcinco
- Website: https://www.ruizcompany.com/irse
- David Ruiz conversación directa.






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